En la Argentina, esta alianza estratégica factura unos US$1.000 millones al año. Un negocio que creció 50% en una década.
El mundo rural no sólo produce alimentos: también sostiene el paisaje cultural, sus tradiciones, la arquitectura, la naturaleza, los saberes de identidad. Quienes allí viven quieren quedarse, pero no es fácil; desde los 60 el desarrollo tecnológico tiende a concentrar la tierra y expulsa población ”, indica Ernesto Barrera, coordinador del Area de Turismo Rural de la FAUBA (y sus cursos a distancia, que inician cada mes). Este concepto es uno de los pilares que sostienen el desarrollo del agronegocio de las rutas gastronómicas y el turismo rural en la Argentina. Con un crecimiento del 50% en poco más de una década, hoy el sector factura cerca de US$1.000 millones anuales, según datos del sector privado.
“En cuanto a impacto, el turismo rural, más aún si se desarrolla dentro de una ruta alimentaria, genera diversificación; creación de empleo y fomento del arraigo rural; protagonismo de la mujer y los jóvenes; revalorización del patrimonio cultural, arquitectónico, antropológico, paleo-arqueológico y ambiental; incremento de los ingresos del establecimiento por agregado de valor; mejora de la comercialización de la producción y el fomento del asociativismo”, afirma el especialista. Es multifuncional.
Las rutas alimentarias acrecientan el valor de un destino y el del propio alimento; ambos se retroalimentan en un sistema empapado por la identidad del territorio. Son también una propuesta turística, de posicionamiento de los alimentos y de desarrollo de nuevos productos. Además, les abren la puerta a las Denominaciones de Origen. Tras el boom de la Ruta del Vino (Ver Números), dos exitosas, pero menos conocidas, son: la Ruta de la Yerba Mate y la Ruta de la Leche.
La primera se localiza en las provincias de Corrientes y Misiones, zona de producción yerbatera, e integra a diversos agentes económicos y culturales. Un protocolo de calidad la regula y una entidad rige sus destinos, la Asociación de la Ruta de la Yerba Mate, que nació en 2008 y arrancó con 68 integrantes, trepó en 2009 a 140 y, hoy, capitaneada por Alejandro Gruber, sigue sumando y también apunta al exterior. “Para poder llegar al mercado mundial con la yerba mate debemos apuntar a productos no tradicionales”, afirma Gruber. Lo más solicitado son aguas saborizadas y bebidas gaseosas, pueden ser combinadas con cítricos de la región. Para lograr estos productos, se piden yerbas orgánicas certificadas. “En Austria se ingresó con la bebida “Makava”; en Alemania con el tereré mate “Lemonate”. Para estas bebidas se demanda yerba de alta calidad y con certificación de la cadena productiva”, subraya.
La segunda, con epicentro en la provincia de Santa Fe, surgió en mayo de 2011 desde INTA Rafaela y fue impulsado por la Asociación para el Desarrollo del Turismo Rural en Santa Fe (Adetur) con financiamiento del Ministerio de la Producción provincial. Uno de sus promotores es Javier Dellamónica, director de Turismo de Santa Fe. Cuenta con más de 160 adherentes y el apoyo de unas 35 comunas y municipios de la provincia: Rafaela, Esperanza, Cañada Rosquín, Sunchales y Moisés Ville, entre otros. A nivel industrias, “contamos con la adhesión de SanCor, Ilolay, Milkout, Corlasa y 21 pymes de la zona”, destaca Dellamónica.
FUENTE: Ieco Clarín, por Liliana Cobelo. 07-09-2014