Startups: En los últimos cinco años aparecieron nuevas incubadoras en Santa Fe, Córdoba y Tucumán. Cómo funciona el modelo de incubación.
En los últimos 5 años, el modelo de incubación de empresas se expandió por distintas provincias argentinas. En muchos casos las iniciativas son de las universidades, tanto públicas como privadas, pero también las hay de consorcios de empresas. En común tienen que convocan a empresas nacientes o en etapa temprana y les ofrecen capacitación y acompañamiento para avanzar en el negocio y/o conseguir fondos.
“Así como está de moda ser emprendedor, está de moda tener una incubadora”, dice Omar Rivas, presidente de la Asociación de Empresas Tucumanas de TI que conformó en 2014 AETTI Hub, una incubadora de startups. Sin embargo, advierte, la moda no necesariamente implica buenos resultados. “Dane Stangler, vicepresidente de Investigación de la Fundación Kauffman, habla de la ‘fiebre de las startups’ para referirse a la expansión muy rápida del número de programas de emprendimiento en Estados Unidos. No es algo malo, porque aporta conciencia de la necesidad de una iniciativa empresarial diferente, pero se lo llama ‘fiebre’ porque no se ven resultados. Lo mismo está sucediendo acá, donde hay un montón de emprendedores e incubadoras, pero eso no hace que el sistema evolucione: que las startups se conviertan en pymes y empiecen a generar trabajo”, explica Rivas. Y agrega que incluso puede ser contraproducente porque “aparecieron incubadoras que quizás no están bien preparadas y los emprendedores se frustran”.
La AETTI se conformó en 2011 con 20 emprendedores y microempresas tucumanas. “Teníamos productos interesantes pero no eran competitivos. Necesitábamos diferenciarnos para crecer y en la búsqueda de fondeo descubrimos que existen una cantidad importante de programas que apoyan proyectos de innovación. Para poder presentarse en muchos de esos programas hay que hacerlo a través de una Unidad de Vinculación Tecnológica (UVT). Cuando nos acercamos a alguna no tuvimos buena experiencia de gestión, así que nos presentamos en 2013 y calificamos como UVT ante el Ministerio de Ciencia y Tecnología. Luego nos conformamos como incubadora”, cuenta Rivas.
En Tucumán existen seis UVT y cuatro incubadoras de proyectos. Hasta el momento, la AETTI presentó y gestionó fondos de promoción e inversión para 103 proyectos tecnológicos e industriales “de los cuales 80 fueron aprobados y 50 ya recibieron desembolsos”, informa. Las convocatorias son abiertas e incluyen proyectos no sólo de base tecnológica sino también de otros sectores, como textil y metalmecánica.
Los proyectos seleccionados pagan $25.000 por el proceso que incluye talleres de capacitación y consultoría en diversas áreas. “Nuestro modelo de negocio es asociarnos con los emprendedores en un 20% sobre las regalías futuras de la empresa”, dice Rivas.
En Córdoba comenzó a funcionar hace tres años y medio doingLABS, la incubadora de empresas de la Universidad Blas Pascal. Desde entonces, se gestaron 31 emprendimientos. El presupuesto de la incubadora es provisto por la universidad: “No se hace ningún acuerdo de equity con los emprendedores. A modo simbólico pagan $20.000 por año y nosotros les ofrecemos los recursos que la universidad tiene. Por ejemplo, tenemos un sistema de prácticas preprofesionales de estudiantes y también pueden usar los distintos laboratorios de la universidad: telecomunicaciones, informática, televisión”, describe Marco Lorenzatti, director ejecutivo de laCórdoba Management School, área de la que depende la incubadora de startups.
La incubadora es abierta, pero la condición para presentarse es que el proyecto esté en marcha: “Que no esté en un estadio de idea, sino que haya alguna evidencia de avance: si en un equipo son tres, que alguno esté dedicado full time al proyecto, que ya tengan clientes, que el prototipo esté avanzado, etc.”, enumera Lorenzatti.
Universidades nacionales
La Universidad Nacional de Cuyo no es nueva en materia de incubación: desde el año 2005 se realizaron 12 convocatorias de ideas de proyectos con la participación de más 1.000 emprendedores, 310 ideas de proyecto postuladas y 88 proyectos incubados. Entre las empresas que surgieron de la incubadora está ENERGE, que instaló el calefón solar en la quinta de Olivos recientemente.
“Uno de los diferenciales respecto de otras incubadoras universitarias es que, cuando se constituyen las nuevas empresas, la universidad tiene participación accionaria a través de nuestra sociedad anónima Uncusa Sapem”, informa Juan Pablo Bustos, coordinador del Área Desarrollo Emprendedor de la universidad.
El proceso de incubación incluye convocatoria, preselección, selección de proyectos, preincubación y finalmente incubación. “Proporcionamos servicios integrales para el desarrollo y consolidación de enoresas de base tecnológica: asistencia técnica, instalaciones de uso compartido, salas de reuniones, vinculación y asistencia para la búsqueda de financiamiento, entre otros”, enumera.
Mucho más reciente es la incubadora de la Universidad Nacional de Rosario, que comenzó a funcionar en 2014 en el marco de la Secretaría de Vinculación Tecnológica y que se gestó a partir de la cátedra abierta “UNR Emprende”. La incubación es un “proceso de acompañamiento”, explica Guillermo Beccani, secretario de Vinculación Tecnológica. “Tratamos desde costos hasta cuestiones impositivas, de marketing y de comercialización y vinculamos a los emprendedores con otros actores de la universidad”, agrega.
Historia
Las incubadoras nacieron para reducir el riesgo de muerte prematura de las empresas. Así, acompañan a los proyectos de negocios con capacitación, asesoramiento, infraestructura común y soporte para la búsqueda de financiamiento. Las universidades fueron de las primeras instituciones en sumar la incubación de empresas a sus procesos de transferencia de conocimiento. El fenómeno se difundió en los países centrales en la década del 80 y llegó a América Latina 10 años más tarde. En la Argentina, el primer proyecto de incubación fue Micro y Pequeñas Empresas (MIPES), ejecutado por el Municipio de San Martín y la UNSAM en 1990.
El dato
Proyectos aprobó la Agencia Nacional de Promoción Cientifico y Tecnológica (ANCyT) en 2015, distribuyendo a través de distintos fondos $2.259.811.669 a la comunidad científica, las instituciones del sistema de innovación, consorcios y empresas.
FUENTE: Ieco Clarín, por Gabriela Samela. 13-11-2016